Recibir y llevar la visita de Nuestra Madre de Guadalupe
Compartimos la presencia de
Nuestra Madre de Guadalupe y de San Juan Diego entre nosotros.
Ellos emocionan y movilizan, haciendo que el pueblo evangelice al pueblo
Todos somos enviados y mensajeros, y cada vez somos más
Guadalupe, como a San Juan Diego Cuauhtlatoatzin,
nos llama, espera y sale al cruce de nuestra historia.
Ella nos envía, confirma y acredita, para prolongar su visita y fecundas consecuencias
Precisamente, entendemos por acontecimiento guadalupano:
1. Los hechos iniciales de la visita de Nuestra Madre de Guadalupe, americana y de todos, ocurridos entre el 9 y 12 de diciembre de 1531 en México, como así también sus consecuencias inmediatas y permanentes, en cuanto siguen ocurriendo. El momento cumbre o nuclear del suceso, en cuanto que marca el quiebre o cambio de la historia, esta dado por la estampación de la Imagen de Nuestra Señora en la tilma o manto de San Juan Diego.
2. La prolongación y viva duración y multiplicación de esa visita y de sus frutos, hasta nuestros días, a través de esa Sagrada Imagen, y de diversas manifestaciones y expresiones de devoción y religiosidad popular, encarnadas por sus mensajeros o Juanes Diegos de ayer y de hoy.
Desde el Amor de Dios, vivir y compartir este ejemplo, modelo y posibilidad
“...La aparición de María al indio Juan Diego en la colina del Tepeyac, el año 1531, tuvo una repercusión decisiva para la evangelización. Este influjo va más allá de los confines de la nación mexicana, alcanzando todo el Continente. Y América, que históricamente ha sido y es crisol de pueblos, ha reconocido ‘en el rostro mestizo de la Virgen del Tepeyac, [...] en Santa María de Guadalupe, [...] un gran ejemplo de evangelización perfectamente inculturada’.
[...Dicho rostro] fue ya desde el inicio en el Continente un símbolo de la inculturación de la evangelización, de la cual ha sido la estrella y guía. Con su intercesión poderosa la evangelización podrá penetrar el corazón de los hombres y mujeres de América, e impregnar sus culturas transformándolas desde dentro”
Ecclesia in America, n. 11 y 70
El modelo que encarna y muestra Nuestra Señora de Guadalupe, y que participa a San Juan Diego Cuauhtlatoatzin y a sus demás “Juanes Diegos”, en relación con la misión del Pueblo de Dios, se revela como una posibilidad y oportunidad de evangelización inculturada e inculturante.
Dicho modelo y posibilidad, en la apertura al Amor y Don consumador de Dios, nos desafía a ver y a considerar a los pueblos y a las personas en forma integral e inclusiva, y a transitar caminos de comunión, para edificar una mejor y más plena historia.
Guadalupe nos mira, educa y hace como Juan Diego
“Mientras peregrinamos, María será la Madre educadora en la fe (LG 63). Cuida de que el Evangelio nos penetre, conforme nuestra vida diaria y produzca frutos de santidad. Ella tiene que ser cada vez más la pedagoga del Evangelio en América…”
Documento de Puebla, n. 290
Nuestra Señora de Guadalupe nos muestra y participa un ser, proceder y aspiración, que asume los diferentes pasados de sus interlocutores, los relee sin traicionarlos, armonizándolos en el presente, y los pone al servicio de la construcción conjunta de un nuevo destino humano-divino. Ayudada por San Juan Diego Cuauhtlatoatzin, nos educa e invita a ser capaces de favorecer el encuentro de pueblos y personas, su interacción y protagonismo en el diálogo y la felicidad de todos. Dios quiera, que dejándonos mirar por Ella, seamos Juanes Diegos, capaces de hacer presente en la historia, desde nuestra particular cultura y como pueblo, al Amor Eterno y Misericordioso, y a su designio salvador.
Juanes Diegos que viendo la posibilidad que abre Nuestra Madre de Guadalupe, seamos capaces de suscitar la irrupción de la novedad, fecundación y orientación permanente del mensaje de Cristo. Evangelizadores y mensajeros que sin pretender imponer, asociada al misterio inagotable de la Palabra y Persona del Salvador, una determinada forma cultural de vivirla y expresarla; demos lugar al encuentro, intercompenetración y enriquecimiento mutuo entre cada singularidad y la única Buena Noticia.
Mirando a Guadalupe, estemos al servicio: hagamos encontrar a los hijos con el Hijo y entre sí
“En nuestros pueblos, el Evangelio ha sido anunciado, presentando a la Virgen María como su realización más alta. Desde los orígenes -en su aparición y advocación de Guadalupe, María constituyó el gran signo, de rostro maternal y misericordioso, de la cercanía del Padre y de Cristo con quienes ella nos invita a entrar en comunión. María fue también la voz que impulsó a la unión entre los hombres y los pueblos. Como el de Guadalupe, los otros santuarios marianos del continente son signos del encuentro de la fe de la Iglesia con la historia latinoamericana”
Documento de Puebla, n. 282
Dios, Padre de misericordias, que constituyes y edificas a tu Pueblo por la visita y bajo el Amor de Nuestra Santísima Madre de Guadalupe, concédenos por su intercesión, ser una comunidad fervorosa en la fe, la esperanza y la caridad, abierta a los diferentes modos de ser y enriquecida por ellos. Una Iglesia cordial, capaz de dialogar con todos y de suscitar su protagonismo, que encarnando de este modo tu santa voluntad, y al sembrar así caminos de vida, fraternidad y felicidad, esté al servicio de impregnar de Evangelio el corazón de las culturas y de las personas.
Que la Madre de Jesús y Madre Nuestra nos eduque, y nos haga entonces un Pueblo de peregrinos y humildes embajadores suyos como San Juan Diego Cuauhtlatoatzin. Mensajeros muy dignos de confianza, que estando con Ella y haciéndola presente, aprendamos de los más pobres a recibir, buscar y compartir la salvación, que es vida en plenitud, desde nuestra particular tradición e identidad.
Te lo pedimos Padre, por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
Video: El acontecimiento guadalupano