I.Camino pastoral: relación dialógica de salvación
Oración:
suplicamos el método o capacidad que nos permita sacar siempre, desde las reservas inagotables de la gente, el alimento para nuestra misión; esforzándonos en reconocer los regalos de Dios en las comunidades, en la realidad en general y en nosotros mismos. Pedimos lo anterior, clave para crecer en semejanza con ese misterio que nos funda, buscando recibir y compartir la universal salvación, particularizándola en cada cultura y subcultura. Y, de esa manera, poder llegar o alcanzar a todas, y vivir la unidad, entendida como comunión de diversidades, y no como uniformidad.
Imploramos los dones de ciencia y entendimiento. Así, por el primero, y en busca del logro de lo enunciado, la habilidad para descubrir y contemplar la belleza más perfecta de las cosas de este mundo; para que viéndola, todo lo creado nos hable de Dios y nos lleve a Él, sin que endiosemos ni desechemos a nadie, ni a nada. Por el segundo, la luz de captar algo del sentido más profundo o sublime de la Palabra de Dios y de las verdades de la fe; para ser capaces de recuperar y renombrar, desde ese sentido, las riquezas de las memorias colectivas de nuestros pueblos, y de sus respuestas a las cuestiones fundamentales. De esta manera, desde su cultura, presentes en las situaciones de la gente, podremos aproximarnos a vivir y transmitir concretamente la Buena Noticia, siendo factores de hermandad.
1. Dar respuesta y generar protagonismo
Nuestra Señora de Guadalupe se hace cercana, escucha, y responde amablemente desde el modo de ser, lugar y circunstancia de los demás. Así, origina acciones obedientes, que suscitan progresivamente el protagonismo fraterno y convencido de todos ellos.
El diálogo es entonces el camino que Ella utiliza para comunicar a su Hijo y conducir a concretar todo su mensaje de vida. Mensaje que a la vez que los hace propio, relaciona, superpone y hace crecer conocimientos anteriores; movilizando a superar situaciones de incomunicación e incomprensión entre pueblos y personas diferentes.
Obra de misericordia: enseñar al que no sabe. No consiste en querer dar lecciones a los demás en forma permanente. Debe practicarse con la actitud de saber escuchar y agradecer lo que aprendemos de los otros. Consiste en compartir gratuita, generosa y humildemente lo que se ha descubierto como valioso, pero sin alardes humillantes o descalificantes para el receptor.
Siendo capaces, al evangelizar, de abrirnos a lo de los demás, a lo de los diferentes de nosotros, y ante las novedades que nos aporta su epifanía o manifestación, de redescubrir, y desarrollar propias y ajenas experiencias, gestos y sentidos religiosos previos. Así podremos conservar y aprovechar, al mismo tiempo que las fecundamos en el diálogo, tanto las diversas raíces culturales, como los distintos tesoros de lo creído y vivido por la Iglesia.
Oración:
suplicamos la gracia de que todas las comunidades, familias y habitantes del mundo podamos crecer en la capacidad de escuchar. Especialmente encomendamos a nuestra Iglesia, para que en nuestro servicio a Dios y al género humano, aprendamos a dialogar, más y mejor, con todos los pueblos, culturas y personas. También solicitamos ayuda para poder colaborar a resolver alguna situación, cercana a nosotros, de incomunicación o incomprensión.
Pedimos, para poder ser, obrar y originar diálogo, estar firmes en la esperanza; que nos da la certeza de que nuestras fuerzas humanas no están solas en la búsqueda de un futuro mejor, sino que contamos con la intervención de Dios en la historia. Con su ayuda, para poder vivir y manifestar la unidad en la diversidad.
Ojalá, que en nuestras tareas evangelizadoras, podamos obrar con la buena fe que implica todo lo expresado, y sean disimulados los límites de nuestras acciones y concepciones; y que, en todo caso, nuestras miopías y errores en contra del diálogo y de todo lo bueno que él provoca, no afecten los anhelos del Señor, y las sanas aspiraciones y deseos de la gente.
Procesos y acciones: acercarnos a las personas en la calle, visitar sus casas y lugares de trabajo, respetando y asumiendo los modos de ser y de entender de nuestros pueblos, su historia y tradiciones; para a la vez enriquecerlas, y colaborar a saciar su sed de vida y de eternidad.
Asumir como Pueblo de Dios, en nuestro servicio y palabra para mostrar a Jesucristo y hacer encontrar con Él; de forma integral, la realidad profunda y circunstancial de nuestros interlocutores.
Dialogar, desde el modo de ser, comprender y expresarse de aquellos que nos escuchan; para poder hacer nuestro anuncio en respuesta a sus concretas búsquedas, necesidades y demandas.
Dejarnos enseñar por todos aquéllos a quienes tenemos que anunciar la Buena Noticia de Jesús, pero especialmente por los más sencillos; considerando y haciendo desplegar todo lo bueno que ya tengan, sin jamás pretender extirpar o anular ninguna semilla o fruto del Verbo.
Escuchar atentamente a los que no participan tanto de la dimensión visible de la Iglesia o Iglesia institución, para intentar que se sientan parte y intérpretes.
Dar lugar a la responsabilidad y actividad de los diferentes grupos humanos, para que podamos encarnar el Evangelio en cada comunidad; recibiendo y compartiendo maternalmente la Palabra de Dios, dando lugar a la inculturación de la fe por el protagonismo de los pueblos.
2. Paso hacia paz de vida y plenitud
El Nican mopohua, luego de un breve resumen inicial de su contenido, comienza narrando un contexto de paz mortal para los aborígenes y, por la visita de Nuestra Señora de Guadalupe, culmina hablando de que la vida o movimiento de ellos sigue y continúa, unida ya a la de los europeos. Aún hoy, como en ese entonces, todos los habitantes de la ciudad van juntos al Tepeyac, a contemplar a la amada Reina del Cielo, a presentarle sus plegarias y a recibir al Salvador y sus regalos.
Que como San Juan Diego Cuauhtlatoatzin, y todos los peregrinos, podamos dejarnos concebir, recibir y ser transmisores de esa Pascua que suscita Nuestra Señora de Guadalupe; para favorecer fehacientemente, con hechos y palabras, y en lo que dependa de nosotros, también el paso de realidades o signos de muerte, a realidades o signos de mayor vida y felicidad. Superando, de esta forma, y haciendo llegar la redención a cada particularidad, abstracciones evasivas y pastorales mezquinas.
Obra de misericordia: consolar al que está triste y enterrar a los muertos. Todos, en algún momento, experimentamos la tristeza o padecemos dolores espirituales, a veces, incluso, por situaciones que sobredimensionamos. Con una palabra, un gesto de cariño, una sonrisa, una explicación, dando lugar al desahogo, o con otras iniciativas análogas, podemos ciertamente colaborar al mayor bienestar de los demás. Todo lo que favorezca la reconciliación con la propia persona, cultura, historia, o circunstancia negativa; puede ser fuente de consuelo para los individuos y los pueblos.
Lo anterior vale especialmente ante la muerte de alguien y el dolor de las personas que la sufren. Casi siempre, además de ese padecimiento, quedan heridas en los vivos que hay que ayudar a sanar. Estar cerca y acompañarlos efectivamente, para que nuestro pésame no sea una palabra vacía, es la forma que tenemos de auxiliar. De esta manera, toda tristeza y dolor, aún las que puedan ser percibidas como una traición de Dios, podemos colaborar a transformarlas, al menos en parte, en fuente de bendiciones y vida abundante, ayudando a encontrarles o ponerle sentido.
Oración:
encomendamos a los diversos pueblos y a sus tradiciones, alabando a Dios por todo lo bueno que ha sembrado en cada uno de ellos. Especialmente tenemos presente al que nos toca servir y sus creencias. También recordamos a nuestros queridos difuntos y pedimos por su eterno descanso, dando gracias por todos los bienes que nos han transmitido.
Suplicamos que todas las herencias propias y ajenas, las aprovechemos entonces para un crecimiento común, viviendo lúcidamente las constantes novedades históricas. Rogamos, de esta forma, la gracia de no cerrarnos a ninguna riqueza o peculiaridad humana, colaborando al despliegue de todas ellas. Siendo capaces así de comunicar la redención y la virtud de la fe, desde el respeto por él y lo diferente, y el generoso compartir lo que cada uno es y posee, transitando hacia un futuro de mayor felicidad.
Procesos y acciones: animar a vivir lo que sea, ayudando a librarse de todo desaliento y temor paralizante, de toda muerte o sin sentido; dando a luz o fortaleciendo en la fe, y la tranquilidad y movimiento que ella suscita, incentivando y sosteniendo en la capacidad de recibirla y testimoniarla.
Cuidar y alimentar en el pueblo y en nosotros esta potencia sobrenatural, que a la vez nos haces ver, protagonizar y expresar la historia según la mirada y criterios de Dios. Y que puede, además, colaborar a reconciliarnos con lo mejor de nosotros mismos, con la sabiduría de nuestras identidades y memorias comunitarias y personales, para hacerlas florecer y abrirnos a las de los demás.
No separar el anuncio del Evangelio y el amor por el modo de ser de cada pueblo y de los seres humanos que los encarnan. Misionar, asumiendo dichas realidades colectivas o singulares, y sus ambientes, dejándonos conformar y transformar por las posibilidades comunicativas que ellos nos proporcionan.
Detectar, considerar y vincularnos afectivamente con lo que ubica, emocional y lingüísticamente, a nuestra gente. Esto nos permitirá, en la continuidad y desarrollo de lo previo, compartir efectivamente la novedad de la salvación en la actualidad; sin temor a renunciar a límites y pre-conceptos propios, que atentaran contra eso.
Considerar la valoración que tiene cada comunidad, de tiempos y lugares, para así estar y hablar con gestos entendibles, y decir el Evangelio de forma atrayente. Tendremos posibilidades de generar de esa forma, nos parece, una atmósfera que movilice a su escucha, y a un acercamiento gozoso a la casa materna o Iglesia; al utilizar, para mostrar a Jesús, los elementos y referencias concretas, que con familiaridad simbolizan o remiten a lo divino, en cada cultura y contexto.
3. Modo de ser que armoniza y fecunda
Nuestra Señora de Guadalupe integra y une en sí misma, con su persona y proceder mestizos, dos cosmovisiones que no podían dejar de desencontrarse. Se presenta como Aquélla que se siente honrada por ser la Madre de Dios y Madre Nuestra; y, con gran ternura y autoridad, a la vez contiene y gobierna, ayudando a generar una nueva realidad social y eclesial. Es de este modo, como al mismo tiempo abre a lo diferente, armoniza, plenifica y corrije, lo mejor de los modos de ser, creencias y aspiraciones, de europeos y americanos.
Obra de misericordia: corregir al que yerra. Sin renunciar nunca al intento de un vínculo amical, proponer desde la humildad, y abiertos incluso al rechazo, la fraterna corrección. Debemos procurar hacerla desde el reconocimiento de la propia fragilidad y mediocridad, buscando salvar, sanar, y no herir; realizándola desde la empatía, y en lo referido al pecado y no a otras cuestiones, como las del gusto personal, por ejemplo.
Oración:
suplicamos ardiente caridad, esa fuerza que nos comunica la amistad de Dios para con todos los seres humanos y por cada uno en particular, con predilección por los humildes y abandonados. Que podamos, con esta virtud, ofrendar gratuitamente nuestra vida, para mostrar y hacer encontrar, delicadamente y sin ofender a nadie, con Aquél que es la Preciosura misma. Con ese Dios siempre cercano y amable, plenitud de toda belleza, sentido y respuesta, que tengamos o podamos anhelar.
Encomendamos, además y en la búsqueda de lo anterior, a alguna comunidad o persona a la que luego podremos contar algo sobre Nuestra Madre de Guadalupe, su visita siempre actual, y lo que sigue suscitando.
Procesos y acciones: construir el Pueblo de Dios, recibiendo y compartiendo a la Virgen como Madre de Dios y Madre Nuestra.
Vivir y hacer percibir, la felicidad y el honor de estar llamados, como comunidad, a ser también Madre, a la vez afectuosa y firme, que consuela y desafía a más, que da al Hijo y mueve a ser verdaderamente hermanos a los hijos, enalteciendo de este modo a todas las personas.
Visitar a los pueblos, a las comunidades y a los individuos, intentado rescatar del olvido histórico y de la mala soledad. Ser capaces de estar así al servicio de la gente, de los diferentes grupos que pueda haber, haciéndonos presentes en sus coyunturas, para ofrecer generosamente la Persona y los bienes de Dios, la presencia y regalos del Salvador.
Manifestar y hacer accesible a Jesús, prolongando su mensaje, al buscar compartir solidariamente la existencia, y acompañar misericordiosamente a las mujeres y a los hombres, tratando de hacer llegar la reparación o corrección de toda miseria. Sin excluir a nadie, pero comenzando especialmente por los más pobres y angustiados, y atentos a las carencias que requieran más urgencia.
En todo caso, al intentar lo expresado, querer, contemplar y dejarnos influir por las búsquedas de sentido, y por las respuestas a las preguntas fundamentales ya formuladas por el pueblo.
II.Actitud pastoral: manifestar la Bondad de Dios
Oración:
pedimos la gracia de mirar misericordiosa y maternalmente, para formular una palabra inclusiva que manifieste a Jesucristo; reconociendo explícitamente con ella, los beneficios debidos a la Bondad de Dios en la vida de los otros y en la propia. Imploramos la capacidad de testimoniar y comunicar su Persona y designio salvador, siendo obedientes a la Palabra hecha carne; escuchándola, sobre todo y responsablemente, en la orientadora palabra de los más pobres.
Suplicamos, en relación con lo anterior, los dones de sabiduría y consejo. Por el primero, ese saber, mucho más que intelectual, que tiene que ver con el amor, y haciéndonos saborear las cosas celestiales, nos enseña a ser expertos en el arte de vivir. Por el segundo, la luz de saber incentivar a los demás a ser fieles a la voluntad de Dios; ayudándoles a descubrir y crecer en el sentido fundamental de su existencia, y a recorrer bien el peculiar trayecto que tengan que transitar para el mayor bien de todos.
Encarnar actos de fe, esperanza y caridad, tales como tener una actitud amical para con todos (especialmente con los más sufridos e indigentes), contar la historia de las apariciones, y portar y regalar las imágenes de Nuestra Señora de Guadalupe y de San Juan Diego Cuauhtlatoatzin; nos ayudan a encarnar y compartir el milagro del Tepeyac en nuestro presente.
Obra de misericordia: perdonar las injurias. El ser humano es proclive al resentimiento y a la venganza; pero el perdón de Dios está siempre a nuestro alcance, salvo que nosotros mismos nos cerremos. Debemos intentar imitarlo siempre, y por más doloroso que sea lo que nos ha ofendido, tratando de perdonar y perdonarnos, al menos interiormente. Con gestos y palabras, si fuera necesario, y sin caer en posteriores reproches y auto flagelos, distinguiendo personas y acciones.
Oración:
imploramos la gracia de ser obedientes y laboriosos pregoneros del Amor y sus deseos, que colaboremos a edificar el Pueblo de Dios, a la concreción del plan y perdón divinos en la historia. Y si nos toca padecer alguna injusticia, cualquiera que sea, que sepamos estar con Nuestra Madre, confiando en su intervención. Teniendo la seguridad de que, más bien temprano que tarde, precisamente en el momento más conveniente, Ella siempre pone las cosas en su lugar.
Encomendamos a alguna familia, grupo o persona a la que luego podremos contar algo sobre San Juan Diego Cuauhtlatoatzin; en cuanto a su vida en general y, sobre todo, en lo referido a su religiosidad y actitud fraternal.
Procesos y acciones: animar a entregar la vida en el servicio, y si tuviéramos la gracia, en el martirio, incentivando a abrirse a la mediación de la Virgen y a la obra de Dios. Para poder afrontar todo, sostenidos por su don, libres de resentimientos, y sean cuales fueren nuestras circunstancias.
Como los más pacientes, que así lo hacen, pensar en los intereses divinos, más que en nosotros mismos, al intentar seguir sus mandatos.
Poner nuestro ser comunitario y personal, con sus riquezas y posibilidades, a disposición del auxilio de todos, gratuitamente y tratando de evitar quejas.
Ser capaces de amar, aceptar y disimular, pronunciando palabras compasivas, las carencias de pueblos, grupos, individuos y situaciones históricas.
Cultivar una actitud positiva generalizada, siendo muy marianos y misericordiosos, y tratando de encarnar acciones y cualidades significativas y edificantes en el mundo, tradiciones y sociedades a las que pertenecemos.
Resaltar el testimonio de los últimos y más sufridos de cada comunidad, buscando aprovechar masivamente las fuerzas de sus certezas.
5. Hacia un mundo y comunidades más hermosos
Nuestra Señora de Guadalupe, como explicitamos, nos anima a ser y transmitir diálogo; es decir, a ofrendarnos y a donar generosamente lo nuestro, abiertos al despliegue de los otros y lo que les pertenece. Es de esta forma, superando prejuicios nocivos e ideologías, cómo podremos colaborar a realidades sociales y eclesiales más fraternas, al favorecer el fecundo encuentro entre diferentes tradiciones y personas. Siendo capaces de vivir el poder que tengamos como servicio y entrega, y no como imposición caprichosa o violenta que pretenda ignorar o anular a lo diverso.
Obra de misericordia: dar buen consejo al que lo necesita. Hacerlo, siempre estando dispuestos a recibirlo, y cuando el prójimo realmente lo necesite o lo desee. Es importante no caer en paternalismos o maternalismos, y así poder proporcionar una palabra verdaderamente edificante; un consejo efectivamente orientador, que pueda salvar de diferentes formas de negatividad, ayudando a evitar o menguar tropiezos, fracasos, desesperaciones y caídas.
Oración:
pedimos que todos los seres humanos sepamos vivir el poder que tengamos como verdaderas autoridades, entregándonos por el bien de los demás. Especialmente rezamos por los que, al ser más poderosos, tienen superiores responsabilidades y obligaciones sobre vidas ajenas.
Particularísimamente, suplicamos lo anterior, para los que representan a Cristo en la tierra, rogando puedan perseverar en la oración y el servicio, siempre con la gracia de Dios. Pedimos concretamente por la santidad de algún obispo, sacerdote, posible vocación, o de alguien que participe en la actividad pastoral de la Iglesia.
Con posterioridad, podríamos tener algún otro gesto amical para con la persona o personas encomendadas.
Procesos y acciones: ser fieles, con honestidad y prudencia, a las autoridades y enseñanzas de la Iglesia, dando siempre lugar a la edificante persona y palabra de los más pobres. Dejándonos aconsejar y enseñar por su espiritualidad, y modos de expresarla, viendo en todo esto una palabra de Dios; sin menospreciar los gestos sensibles y símbolos con los que, con profundidad sobrenatural, expresan su gran fe los más sencillos.
Amar la religión del pueblo, su talento para descubrir y celebrar la presencia de lo divino con diversas acciones y múltiples signos, íconos de lo sagrado. No perseguir, ni andar buscando algo para acusar esa piedad, de la que somos fruto y debemos aprender, y si fuera el caso, contribuir a mejorar, haciendo crecer lo que ya tiene de bueno.
Ayudarnos a evitar actitudes, pensamientos y palabras nocivas, que nos alejan de respetarnos y de enriquecernos con nuestras diferencias culturales y personales; impidiéndonos vivir como buenos hijos de Dios y hermanos de todos.
Considerar más dignos a los demás y, sin dejar de ver lo que pueda limitar su ser, valorar sus capacidades e incentivar a su despliegue; tratando de que confíen más, para lograrlo, en Dios, en la Virgen, y en lo que Ellos le regalan.
Trabajar por la felicidad de la gente dando lo de Dios, y con iniciativas adecuadas a sus necesidades comunitarias específicas; sin manipulaciones, ni prejuicios negativos, ni infundadas dudas, sobre sus posibilidades de saciarlas, con la ayuda divina.
6. Cultivando un saludable pluralismo
Viviendo y suscitando diálogo, es entonces cómo podremos encontrar y transitar caminos compartidos de acción y edificación de un mundo verdaderamente plural y de la inculturación de la fe. Sólo su mediación, lejos de todo exclusivismo e intolerancia, posibilita a la vez, tanto la afirmación, continuidad y manifestación de etnias, tradiciones y particularidades; como su apertura a novedades, mestizaje y enriquecimiento mutuo, ya sea de ellas entre sí, como con el Evangelio. Incentivando y provocando, de esa forma, un protagonismo cada vez más generalizado, en la búsqueda de transformaciones sociales positivas, e inculturantes transmisiones de la Buena Noticia.
Obra de misericordia: visitar y cuidar a los enfermos. Consiste en vincularnos compasivamente ante las dolencias o enfermedades que todos tenemos, para comunicar ternura y aliento de vida. Sobre todo, en el caso de las personas que están internadas o postradas, haciéndonos cercanos para auxiliar efectivamente, o aliviar de alguna forma, aunque sea escuchando, a los que están padeciendo esa situación.
Oración:
pedimos ser Pueblo de Dios, comunicador de la justificación y perdón divinos, difusor de la gracia; es decir, de esa semejanza de y con su naturaleza, que Dios nos participa y con la que nos transforma y auxilia. Trasmisores magnánimos de esa fuerza misteriosa que viene de Él y que, penetrando hasta lo más íntimo de nuestra naturaleza, diviniza todo nuestro ser y facultades; para que podamos encarnar acciones virtuosas y bellas, para que podamos existir y obrar cristianamente, con y en el Amor.
Intercedemos por alguna persona anciana, enferma, pobre o necesitada. Luego podríamos visitarla, ofrecer por ella algún otro acto de caridad y/o ayudar, si fuera necesario, para que recibiera el Perdón de los pecados, la Unción de los enfermos, y otros Sacramentos o socorros que necesitara.
Procesos y acciones: mirar con Amor Misericordioso y reflexivamente nuestras situaciones colectivas o singulares. Sin caer en praxis o interpretaciones, que equiparen lo verdadero solamente con la identidad de los evangelizadores; y que nos alejen de hacernos presentes con empatía, para mejor favorecer la llegada de la sanación divina.
Intentar ayudar a la gente a salir, recontextuando nuestro anuncio según las diversas coyunturas, de todo aquello que la amarga y deja postrada, rescatando de apuros mortales o falsas urgencias.
Ser muy maternos para, desde la Palabra de Dios, movilizar al intento de modificar o paliar historias desagradables. Orientar e impulsar a lo anterior, desde el proteger y eliminando miedos.
Incentivar a ser una Iglesia servidora, capaz de salir al cruce con generosidad y sin reproches, aún cuando quieran esquivarnos, de los pasos y dolores de los pueblos y de las personas. Una comunidad capaz de llenar dichos pasos, gratuitamente, con los regalos del Señor; para que sean transformadas aún las peores cruces, en ocasión de una existencia más plena.
Cuidar con esmero a nuestros mayores, dejándonos guiar por su experiencia de vida, por su memoria, que es la del pueblo. Reconociendo y sirviendo a Jesús, también con especial entrega, en los que están o se sienten enfermos, explotados o deprimidos.
Por medio de una transmisión cordial, que fortalezca los corazones colectivos e individuales, comunicar la Buena Noticia afirmando a nuestros oyentes. Compartir la permanente actualidad y novedad de la Palabra del Evangelio, en continuidad con las tradiciones y universo simbólico de los destinatarios del anuncio, sin provocarles angustia o descolocación ante la propia memoria y riqueza cultural.
III.Objetivo cotidiano y fin pastoral: comunicación sacramental.
Oración:
pedimos la gracia de corresponder con nuestra entrega a la bondad de Dios, transmitiendo lo más posible a Él y lo que nos regala; para que su fuerza pueda transformar nuestra agua en el mejor vino de alegría y salvación. Imploramos al Espíritu Santo nos conforme como Pueblo y pueblos peregrinos, y nos haga encarnar lo anterior; fecundándonos en la línea de nuestras posibilidades, pero más allá de las mismas. Que bajo su orientación seamos protagonistas de un dinamismo vital que haga presente lo trascendente en nuestro trayecto histórico, animando a enriquecer y enriquecernos en interrelación. Que movidos por sus dones, colaboremos así a edificar el pueblo con generosidad, uniendo cielo y tierra, y a los diferentes; transitando con perseverancia caminos de encuentro masivo con el Señor y de mestizaje generalizado.
Suplicamos particularmente los dones de piedad, fortaleza y temor. El primero nos perfecciona en el amor fraterno, haciéndonos ver la imagen de Dios en cada persona; y, por lo tanto, su carácter sagrado, e inmensa dignidad y nobleza, que debemos servir y ayudar. El segundo, para ser capaces de renunciarnos a nosotros mismos y dar la vida por Cristo y los hermanos; soportando o enfrentando, generosamente y con constancia, situaciones que nos parecerían imposibles de sobrellevar. Y, finalmente, el santo temor de Dios, que “…radica en el amor, y en el amor halla su perfección…”, para reconocer que Él nos sobrepasa, es infinitamente más grande y nunca podemos abarcarlo completamente en su ser y designios. Así, su Amor y planes, que siempre nos superan y trascienden por todos lados y tiempos, nos ayudan a ser audaces y diligentes para encarnar el bien y evitar ofenderlo.
7. Caracterización de existencia y acción
Nuestra Señora de Guadalupe nos desafía a amar, a asumir y a respetar integralmente los modos de ser colectivos y singulares; para así construir juntos, en la fidelidad a las buenas herencias, en su recreación en las circunstancias presentes, y abiertos a su consumación en el cielo, un futuro más pleno en la historia. Para lograr plasmar lo anterior, necesitamos recibir y compartir, protagonizando obras de misericordia, los regalos de Dios.
Obra de misericordia: dar de comer al hambriento y de beber al sediento. Estamos llamados a partir y compartir lo necesario para alimentar e hidratar nuestra dimensión corporal física. De esta forma, podremos ser fuente de agua viva y comida de gozo, colaborando en lo poco o mucho que dependa de nosotros, a que el Señor haga el milagro de saciar integralmente a una multitud. Así, transformándonos en lo que comulgamos, ofrecer lo que Él nos da, y puede multiplicar; haciéndonos pan de fraternidad y bebida espiritual, que sacie la sed y el hambre profunda de Dios y de felicidad.
Oración:
damos gracias a Nuestra Madre, por todo lo que nos obsequia su presencia; por la Vida y Dones que nos alcanza de Dios, al dar a luz a Jesús en nuestras comunidades y personas. Pedimos ser educados en Él, capaces de admirar, recibir, gozar y dar generosamente, lo que Ella nos trae y media, mientras vamos hacia lo eterno.
Encomendamos a algún niño o adulto que tenga que completar su Iniciación Cristiana. Luego podemos ayudar a poner los medios, para que esa persona efectivamente reciba los Sacramentos necesarios.
Procesos y acciones: experimentando y compartiendo los bienes salvíficos, fecundar lo más que nos sea posible. Que de esta manera, seamos sendero que aproxime a Jesucristo, al abonar muchas flores y frutos de santidad; que a la vez orienten, beneficien, y alimenten la unión de toda la familia humana.
En particular, facilitar lo más posible el acceso a los Sacramentos, que significan y eficazmente causan la gracia. Favorecer la vivencia de esos gestos sensibles, que Dios regaló a su Iglesia para darlos. Y, con los que Cristo mismo, en la persona de sus ministros, se hace visible y especialmente presente; para plenificar y acompañar, a las mujeres y a los hombres, a lo largo de su caminar.
Ser especialmente misericordiosos entonces, a la hora de iniciar en la vida cristiana y de alimentarla, con el Bautismo, la Comunión y la Confirmación. Al tiempo de reanimarla o fortalecerla con la Reconciliación o Perdón de los pecados y con la Unción de los enfermos. Y al momento, si fuera el caso, de especificarla en el Matrimonio o el Orden Sagrado.
Favorecer el encuentro de pueblos y personas con el Resucitado, colaborando a que la dimensión visible de la Iglesia universal, y de cada una de nuestras Iglesias locales o comunidades, sea una sinfonía de culturas, a nivel de la acción, la celebración y la especulación.
Que dialogando con Nuestra Madre, y con los más pobres, seamos para todos, fragancia, olor, preciosura, rocío; que contribuya a traspasar con lo divino, todas las dimensiones de nuestros modos de ser y existencia. Que ayudemos así, a construir el mundo y a recorrer la historia, de un modo más coherente con el Dios Amor, y su benévolo designio de salvación universal.
8. Tipo de iglesia y de su modo de servir
Las acciones que narra el Nican mopohua responden a dos modos de ser Iglesia y de evangelizar: uno, parte de una concepción del ser humano que separa a los pueblos y personas, hace complicada su interrelación y produce tristeza. El otro, el guadalupano, que se termina imponiendo y siendo el de todos los que se relacionan con Nuestra Madre: considera a las mujeres y a los hombres de un modo que favorece el encuentro de los protagonistas colectivos y singulares de la evangelización, por caminos de interacción en la corresponsabilidad y en el diálogo, y al servicio de una mayor felicidad histórica y eterna de los mismos.
Obras de misericordia: vestir al desnudo y redimir al cautivo. Sobre todo socorrer, aunque no sólo, para cubrir y desatar, con caridad y respeto, las intemperies y cadenas de nuestra frágil condición humana y pecadora; y sean cuales fueren, tanto sociales como individuales.
Obviamente, proteger y ayudar a liberar también de la desnudez y prisiones físicas, en sentido literal. En general, procurar que todos tengan lo necesario en este punto y no quitar a nadie la posibilidad de acceder a una vestidura digna, ni a ningún bien requerido por la dignidad humana. A veces hay injusticias y despojos, que impidiendo dicho acceso, mueven a protagonizar acciones que conducen a una vida tras las rejas. En todo caso, dado esto último, y aunque tal vez no podamos sacar a los presos de la cárcel, es posible intentar colaborar a su alivio y orientación.
Oración:
Gracias, Madre, por continuar tu visita y mensaje salvador y liberador, al quedarte en la tilma o vestimenta de Juan Diego Cuauhtlatoatzin. Por tu don, el santo indio te sigue haciendo encontrar con todos, para que les des y muestres a tu Hijo. Te pedimos, ante la intemperie y prisión de la soledad inherente a nuestra existencia, que nos tengas como a dicho mensajero y a todo tu pueblo peregrino; es decir, bajo tu Amor, en tu luz y resguardo.
Encomendamos a alguna persona, familia, grupo, comunidad o institución (escuela, hospital, comercio, etc.), a la que luego podremos obsequiar algunas medallas o estampitas, y/o proponer entronizar alguna imagen, ya sea de la Virgen de Guadalupe, del santo vidente o de ambos.
Procesos y acciones: anunciar el Evangelio como Juan Diego, es decir, contando la historia de la Señora del Tepeyac, y siendo los pies de su Sagrada Imagen; que nos recibe, dignifica y desafía, al manifestar a su Hijo y conducirnos a Él.
Llevar y disfrutar siempre la presencia de Nuestra Madre; continuando y prolongando su visita y consecuencias, para generar diálogo y oración, y poder así asumir los modos de ser y las realidades de las mujeres y de los hombres.
Edificar de esa forma el Pueblo de Dios en todos los suelos culturales; convirtiéndonos de todo lo que pueda impedirnos acompañar a que se empapen de Cristo, tanto sus capas subterráneas como sus manifestaciones visibles. Que lo apreciado y amable, que aquello que mueva a gratitud en nuestro contexto, sea mediación para concretar dicha misión eclesial, colmando las nobles aspiraciones.
Con sumo respeto, saber relativizar y hacer pasar desapercibido, al menos inicialmente, todo lo que pueda herir la sensibilidad de pueblos y personas, y no sea esencial a propiciar su encuentro con el Amor de Dios.
No imponer nuestro modo de expresar o celebrar a Jesucristo y su obra salvadora; por el contrario, compartir su Persona y designio, abiertos y dando lugar a que cada interlocutor lo reciba y recree según el suyo.
Que efectivamente seamos familia y colaboradores de Jesús, comunicándolo con una palabra abierta a los sentidos de los oyentes; que aproveche y haga florecer los aciertos de la específica entraña religiosa de sus tradiciones. Formulando un mensaje humanizador y sacramental, que integrando imagen y concepto, intuición y razón, consuelo y desafío, movilice edificar la comunión y mestizaje entre diversos.
Que hagamos todo lo anterior sin descuidar a ningún pueblo o individuo, pero desde el rostro y lugar de los más desamparados. Siendo Madre universal, sin rechazar a nadie, pero cuidando especialmente y con más pronta solicitud, como lo hace cualquier buena mamá, a los hijos que la están pasando peor.
9. Madre que da la vida y educa
Nuestra Señora de Guadalupe hace presente a su Hijo y la salvación que Él nos trae, constituyéndose de este modo en la matriz, el destino y la luz de un muevo pueblo. A todos los que se relacionan con Ella los dignifica, acredita y ayuda a madurar colectiva y personalmente, llenándolos de júbilo y orientándolos a considerarse mejor y a cultivar interrelaciones más positivas. Así, al mismo tiempo que consuela, incentiva a construir realidades comunitarias e individuales superadoras.
Obra de misericordia: sufrir con paciencia las flaquezas ajenas y propias. Sobrellevar dichas limitaciones, con humor, vaciamiento y vencimiento de uno mismo, ayuda a crecer en la caridad. Cualquier convivencia o cercanía con los demás, ante las debilidades y miserias que todos tenemos, llama y convoca a lo anterior, y puede transformarse así en oportunidad de crecimiento. Dios y su infinita condescendencia, con su Pueblo y los pueblos, y con cada uno de nosotros, nos anima a vivir lo anterior sin endiosar o estigmatizar al otro.
Oración:
gracias Madre, porque estás dispuesta a educarnos; a plenificar nuestro ser comunitario y personal, para que podamos protagonizar mejores relaciones sociales. Por favor, que seamos dóciles a tu acción y podamos madurar; que pasando de esta forma de la tristeza a la felicidad, colaboremos en la sanación de los vínculos entre los pueblos o comunidades, y sus integrantes. Que tu hija, la Iglesia, pueda de esta forma respetar y acompañar, y ser luz en el mundo de hoy.
Encomendamos, perdonando y perdonándonos de corazón, a alguien con el que estemos distanciados, o tengamos alguna dificultad de relación. Además de lo anterior, o en su reemplazo, podemos suplicar por un conocido, amigo o familiar, por el cual queramos interceder. Luego podríamos tener, con esa o esas personas, otro gesto concreto, o hacerle un favor manifiesto u oculto.
Procesos y acciones: aportar a construir una nueva realidad, tanto general como eclesial, en la cual todos podamos sentirnos parte y efectivamente serlo.
Ayudarnos a cultivar una gran decisión por el bien, con la firmeza y la flexibilidad del que es el Amor en sí, enraizados en las prácticas y certezas de la vida cristiana. Y, por lo mismo, con la luz necesaria para nunca cerrarnos a las constantes novedades que viven y suscitan las culturas, las personas y las situaciones. Ser de esta manera fieles, tanto a lo permanente de lo bueno y verdadero, como a sus variables o mudables formas de expresión.
Alentarnos mutuamente a crecer en la manera de tratarnos y considerarnos entre nosotros; a mirar bien a los demás y a tomar decisiones que acrecienten la solidaridad. Como Pueblo de Dios, como comunidad y en forma particular, intentar dar pasos hacia la superación de hostilidades y resentimientos.
Buscar la hermandad en lo cotidiano, sembrando confianza y diálogo. Amar a los otros tal como son; y, desde ese quererlos, trabajar desinteresadamente por su bien, donando y compartiendo lo propio, poniéndolo al servicio, y manifestando así la amabilidad de Dios.
Incentivar a las diversas identidades culturales a re-conocerse por mediación de las diferentes; propiciando el compartir momentos y expresiones interculturales de la vida y de diversos valores en general, y del misterio de Dios y de la iglesia en particular.
Utilizar la vivencia de las anteriores experiencias de polifonía, para animar a descentrarse, a reconocer las alteridades, a ponerse en el lugar del otro o del diferente. Aprender y enseñar a superar propios puntos de vista, haciendo patentes heterogéneas formas culturales de expresar análogos sentidos.
10. Evangelización y evangelizador, inculturados e inculturantes
Nuestra Señora de Guadalupe, ayudada por sus “Juanes Diegos”, y en relación con la misión de la Iglesia Católica, se revela como un paradigma de evangelizadora inculturada y de evangelización inculturante. El modo de ser de Ella, la finalidad que busca y el medio que utiliza para alcanzarla, armonizan e integran dualidades complementarias; polaridades muy alentadoras y fecundas, que hoy pueden orientarnos en la búsqueda de la bienaventuranza, siendo amables, y sembrando caminos de generalizado diálogo y protagonismo.
Que nuestras comunidades y personas integren ternura que contenga y autoridad que gobierne, para que así nuestro servicio dignifique y desafíe a crecer integralmente, con una actitud y mensaje a la vez suave y firme, que recupere y conduzca a plenitud lo propio de todos y cada uno; es el perfil encarnado por Nuestra Madre, y la posibilidad que Ella abre y nos anima a vivir.
Obra de misericordia: dar posada al peregrino. Son muchos los que se aproximan a nuestro caminar en la historia, o llaman a nuestras puertas, con problemáticas que sólo se pueden resolver con una acción social coordinada y conjunta. Hay heridas abiertas que exigen soluciones estructurales que nos exceden; pero que comunitaria y personalmente podemos al menos atenuar, generando iniciativas apropiadas, o al menos, recibiendo con cordialidad.
En general, podemos decir que dichos hermanos son otros peregrinos que interpelan nuestra solidaridad, y a los que podemos atender y dar una palabra, o lo que tengamos al alcance procurar, para ser refugio o socorro.
Oración:
gracias, Virgencita, por ser dócil a Dios y concedernos el regalo de haberte constituido en el seno materno de este nuevo pueblo, que sigue en gestación. Gracias por quedarte con nosotros, gracias por tu Imagen y presencia, que nos sigue haciendo familia y conformando como comunidad. Gracias, porque al mirarnos y alimentarnos con tu Amor, nos sigues dando a tu Hijo y nos haces sus miembros vivos. Haz que podamos recrearnos en ti, Madre Santa, para que el Tepeyac, la anticipación del cielo en la tierra, se concrete y se agrande más y más en nuestra actualidad.
Pedimos que haya más ermitas y templos en honor a Nuestra Madre de Guadalupe y a San Juan Diego, y por los peregrinos a los mismos. Suplicamos también por las novenas y las fiestas con que se los celebra y por todos los que las preparan o a ellas concurren. Luego, podríamos participar e invitar a algún otro a hacerlo, en alguna peregrinación, plegaria o fiesta, o en la construcción de una ermita o templo dedicado a la Virgen del Tepeyac, al Santo indio, o a los dos.
Procesos y acciones: intentar continuar en nuestros días ese milagro y oportunidad de evangelización, esa visita de Nuestra Madre de Guadalupe y las plegarias de la gente; que siguen llevando a plenitud lo bueno de cada uno, para unirlo a lo mejor, también ya fecundado, de lo de los otros.
Prolongar ese final de diálogo y oración, que cuenta el Nican mopohua. Final abierto, que sigue sucediendo hoy, en cualquier sitio del mundo en que se establezca la Imagen Amada de la Virgen, se hable de Ella, o se cuente su historia del Tepeyac. Conducir de esta forma a estar con Nuestra Señora y a admirarla. Aprovechar así, que su Persona es luz, lugar y punto de encuentro y coincidencia; que nos abre a la posibilidad de reconocernos y tratarnos como miembros del único, multicolor y pluricultural Pueblo de Dios.
Peregrinar a la Virgen y celebrarla, para recibir de esta manera la fuerza y el calor que vienen de lo alto, a Jesús; y, en consecuencia, poder comprometernos con la historia y ser capaces de compartir y edificar hoy, en la cordialidad con todos y abiertos a su consumación en la eternidad, un destino común, de paz y vida plena.
Incentivar a la gente a rezar novenas, especialmente por las casas, a construir ermitas y templos para Nuestra Madre y su indio mensajero, y a festejarlos; en cada geografía y tiempo, según las concretas posibilidades, costumbres y manifestaciones de los distintos suelos culturales.
Usar todos los medios técnicos que nos proporcione nuestro contexto, antiguos o modernos, para que todos puedan tener ocasión de experimentar la mirada de Amor de Nuestra Señora de Guadalupe. Favorecer así, que el pueblo se encuentre con su Imagen en los diversos lugares en los que transcurra su vida diaria (verbigracia: hogares, calles, ámbitos de trabajo o esparcimiento, medios de transporte y comunicación).
Tomando como punto de partida lo anterior, animar a valorarse, recrearse y repensarse, a través del disfrute de esa compañía cotidiana, familiar y permanente de la Virgen; que dignifica y acredita a sus hijos. Que de esta manera, la mayor cantidad posible de personas, puedan verla y sentir su visita; y, más aún, descubrir y recrear progresivamente su sentido, desafío y relevancia profunda.
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